Del 3 de
Febrero al 22 de Junio
en nuestra
incompleta democracia
Por Gustavo
Codas (*)
“El 22 de
Junio del 2012 mostró los límites del régimen inaugurado por el 3
de Febrero de 1989”. Esa definición precisa y
rica en significados sobre el golpe de estado parlamentario fue
planteada por uno de los expositores en una plenaria del Frente Guasú
el 8 de septiembre pasado. Primero expliquemos la tesis. Después
discutamos algunas posibles conclusiones.
El golpe
democratizador de 1989 fue dado desde dentro del stronismo para
cambiar el régimen político, pasando de dictadura a democracia,
pero garantizando lo fundamental de aquél, su carácter oligárquico,
que hace que tengamos un país con riquezas y derechos para pocos y
una amplia masa de excluidos sociales, económicos y políticos. Para
ello se desarrollaron una serie de instituciones públicas (ej., las
que rigen los procesos electorales controlados por los partidos
tradicionales conservadores) y privadas (como los medios masivos de
formación de opinión pública) perfectamente sintonizados con aquel
programa político de “cambiar todo para que no
cambie lo fundamental”.
Esto funcionó,
con altos y bajos, hasta el 2008. Ese año hubo una “falla” del
sistema y fuerzas conservadoras - como los liberales - vieron que la
única posibilidad de derrotar a sus tradicionales adversarios
colorados era apoyándose en la figura de Fernando Lugo. Éste, sin
embargo, por su trayectoria y formación, tenía - y mantiene - un
compromiso con aquellos excluidos del régimen oligárquico. O sea,
era un candidato anti-sistema.
Por eso las
fuerzas conservadoras, inmediatamente después de la victoria,
anunciaron los límites del mandato de Lugo. Él podría terminar
tranquilamente su período presidencial siempre que no innovase
rompiendo la lógica del régimen oligárquico. A mediados del año
2009 el Partido Patria Querida (PPQ) formuló la tesis por escrito y
presionó - infructuosamente - para que el presidente Lugo adhiera
(ver “Compromiso democrático”, 14 de agosto del 2009). Muy
temprano la prensa que apoyó a su candidatura también apuntó en
igual sentido. Con el mismo objetivo “disciplinador” la figura
constitucional del “Juicio Político” fue agitada todo el tiempo
(¡23 veces!), pero de manera inconstitucional como si el sistema
presidencialista contemplara el “voto de desconfianza” de tipo
parlamentarista.
El tipo de
régimen instalado después del 3 de febrero de 1989 admite
alternancias pero dentro del mismo proyecto cambiando
colores, por ejemplo, colorados por azules, pero no
alternancias entre proyectos como sería salir de un modelo de
exclusión social para pasar a otro de inclusión social. El evento
del 22 de Junio de 2012 fue nada más para “corregir” la
“falla” y volver a la normalidad oligárquica.
Sin embargo, el
régimen instalado en 1989 no dejó de presentar fisuras por donde la
soberanía popular podía ser ejercida contra la lógica oligárquica.
Lo demostró tempranamente la elección municipal en Asunción en
1991. Por problemas que no cabe analizar aquí, sin embargo, aquel
brote tempranero no prosperó. Finalmente, esas fisuras se
manifestaron con fuerza en el 2008. Es que queriéndolo o no, los
progenitores de esta democracia truncada tuvieron que abrir las
puertas de la política, de la acción colectiva y el debate abierto
de ideas, que ha chocado en diversos momentos con los límites del
régimen oligárquico en estas dos décadas de transición
democrática. La elección de Lugo fue solamente el punto alto
de ese proceso histórico-popular.
La unanimidad
conservadora ANR, PLRA, PPQ y UNACE para el golpe parlamentario fue
el intento de cerrar de nuevo las fisuras del régimen. Pero la
elección del 2008 abrió una puerta en la política que continúa
abierta o, quien sabe, y esté sólo entreabierta. La cuestión clave
es si el sujeto político que expresa ese proyecto anti-oligárquico
se va a presentar para la lucha político-electoral aprendiendo del
2008 y yendo más allá. El régimen como vimos, no lo impide, y la
democracia paraguaya lo necesita para completarse.
Si la inclusión
social será condición cada vez más importante para que se
consolide una democracia en nuestro país, no tengamos duda de lo que
estará en juego en el 2013.
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(*) Gustavo Codas
es periodista, economista y máster en relaciones internacionales.
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