domingo, 28 de noviembre de 2010

Libertad, naciones y justicia social: dos siglos de reuniones y contradicciones

Por Fernando Martinez Heredia, CubaDebate, 27 de noviembre de 2010
No estamos conmemorando unas fechas, sino un proceso desarrollado de 1791 a 1824, un tercio de siglo en el que cambió a fondo la relación externa de nuestro continente, y en diferentes medidas las relaciones sociales y políticas internas. Fue la más temprana descolonización regional ocurrida en el mundo. Lo determinante en este proceso fueron revoluciones violentas en la mayor parte de los casos de la América española, aunque en Centroamérica y en Brasil la independencia consistió en actos no violentos promovidos desde arriba. Hubo crisis en las metrópolis y en sus colonias, sin duda, pero solo porque hubo revoluciones pudo producirse la gran transformación.
En el principio fue la Revolución haitiana. Es una tremenda injusticia histórica la celebración generalizada del Bicentenario alrededor de estas fechas actuales. En 1991 no se le hizo caso al Bicentenario haitiano, cuando todavía se oían ecos de los doscientos años de la Revolución Francesa y se hacía una gran algarabía alrededor de los quinientos años del inicio del colonialismo en América, disfrazado bajo el nombre mentiroso de “encuentro de culturas”. Los que estamos aquí, y los que son como nosotros, incluimos siempre la Revolución haitiana e insistimos en esa elemental reparación histórica, pero estamos muy lejos de ser mayoría o tener suficiente influencia para lograr al menos que los escolares estudien esa revolución, y para que se celebre el aniversario de la batalla de Vertieres.
La nación, como la entendemos hoy, era una idea incipiente cuando sucedió la independencia en América. Si en Europa era una novedad, en América pudo encontrar espacio precisamente por las necesidades de autoidentificación que tenían los que se levantaban contra un orden colonial que, además de su poder material y la inercia de lo establecido, tenía muchos medios espirituales a su favor. Los insurgentes y los nuevos políticos tuvieron que aprender a organizar poderes propios, confiar en ellos y hacerlos permanentes, y aprender a nombrar ese nuevo mundo que iban creando. Durante sus luchas, los negros y mulatos haitianos se llamaron a sí mismos “indígenas”. El apelativo “americanos” fue el más expresivo de la existencia de una nueva identidad; además, fue el más utilizado por los revolucionarios radicales.
¿Qué carácter tuvieron aquellas revoluciones? La independencia nacional fue la constante. Aunque no necesariamente fue el punto de partida de cada una, resultó el punto de llegada en todos los casos. Hubo revoluciones sociales en diferentes lugares durante el proceso, más o menos victoriosas, inconclusas, parciales o derrotadas. El continente había sido sometido a una prolongada subordinación colonial, violentados, oprimidos y explotados sin límites sus pueblos, sus culturas y su medio natural, aumentada y transformada la población con enormes contingentes de africanos y europeos, gran parte de ellos traídos como esclavos.
América fue una región indispensable para la acumulación capitalista europea. Desde las complejas sociedades de dominación resultantes de la larga época colonial fue que cada país enfrentó la ruptura del orden colonial y la formación de los Estados independientes.
A mi juicio, la gran lección de hace dos siglos es que solamente la violencia revolucionaria pudo ser eficaz para conseguir que individuos y grupos sociales se representaran negar y trascender su situación de colonizados o su condición servil y actuar en consecuencia, ser muy subversivos en sus prácticas, sacrificarse, persistir durante las circunstancias más difíciles, organizarse militar y políticamente, superar hasta donde fue necesario las divisiones en castas que tenían y las ideas y sentimientos correspondientes, cambiarse o reeducarse a sí mismos en buena medida, crear nuevas instituciones y relaciones, vencer a sus enemigos e instituir países que se reconocieran y apreciaran como tales y masas de personas que fueran o aspiraran a ser sus ciudadanos.
Aunque no fue ese el curso de los acontecimientos en todas partes, ni los eventos afectaron a todo el territorio y las poblaciones, la revolución le dio el tono general a la independencia en el continente, y a la época. Moderados, aprovechados y conservadores americanos tuvieron que adoptar los símbolos de la epopeya, incluso los que querían mediatizarla y controlarla.
Sin duda, esa tradición es un aspecto de enorme importancia en la acumulación cultural latinoamericana y caribeña actual. Pero si examinamos aquel proceso histórico cabría preguntarse: ¿la independencia de qué, para quiénes, con cuáles participantes y beneficiarios? Las formas en que se inspiraron mutuamente las luchas por la independencia nacional y por la justicia social, las uniones, coordinaciones o contradicciones entre ellas en el interior del campo de los independentistas y entre ellos y la masa del pueblo de sus países, fueron el contenido de la historia real.
Después se fueron integrando y consolidando versiones que se convirtieron en la historia nacional, como parte de un complejo cultural que respondía, en todo lo esencial, a la dominación de clase, al Estado y a las representaciones sociales correspondientes. Igual que las economías locales, los idiomas, las comunidades, las diversidades sociales y humanas, la historia fue cristalizada en un molde nacional. No es posible reducir ese molde a los arbitrios de los dominantes ni a actos premeditados, pero lo cierto es que excluyó lo que fuera realmente peligroso para la dominación.
Las historias nacionales de nuestros países constituyen negaciones del colonialismo, que no admite que los colonizados tengan historia, pero no significan el fin de las colonizaciones, que persisten en las instituciones, las mentes, los sentimientos y la vida espiritual. Hasta hoy siguen presentes. Las zonas de silencio, las multitudes sin voz, las selecciones tendenciosas de hechos, procesos y personalidades, las distorsiones y las falsedades, han formado parte hasta hoy de las historias nacionales en nuestra región.
Necesitamos liberar el pasado, para que podamos reconocernos mejor, o reconocernos realmente, para conocer las fuerzas y las debilidades, los enemigos y los caminos, las experiencias y los saberes del propio pueblo, lo que se ha vivido en el largo camino, y por consiguiente los elementos fundamentales para entender el presente, sus rasgos principales, sus tendencias y potencialidades. Es decir, para guiar nuestras acciones y nuestros proyectos.
La libertad como ideal general tuvo una enorme relevancia, pero su asunción por amplios sectores fue más concretado que lo que era en su matriz europea -aunque esta había recibido un impulso decisivo con la Revolución francesa-, y tuvo diferencias muy notables respecto a ella. Señalo solo tres diferencias.
La libertad política, sin renunciar a implantar libertades individuales, tenía otro centro más colectivo, al encarnar la libertad de un país respecto a la metrópoli, al ser un anhelo de la gente del país frente a un enemigo extranjero. La libertad personal resultaba un problema fundamental de justicia social, más que de banderas políticas, para la mayoría de los trabajadores y demás individuos sometidos a la esclavitud y a desigualdades de castas. La clase dominante criolla no podía enarbolar la libertad personal y las libertades individuales como una bandera revolucionaria, porque en gran parte estaba ligada o vivía del trabajo de los esclavos y de prestaciones serviles, y eso exigía que los oprimidos no gozaran de libertad personal, o de igualdad formal y ciudadanía plena.
La historia de la independencia americana está llena de contradicciones en el seno de los grupos sociales, de tensiones y enfrentamientos, de próceres y movimientos que rompen con fundamentos del orden vigente al abolir la esclavitud y de repúblicas que después la mantienen, de militancias decididas por razones sociales y no por el lugar de nacimiento, de respetos y camaraderías imposibles en la vida social previa, nacidos de tremendas experiencias y sacrificios compartidos, de nuevas instituciones y normas que resulta muy difícil llevar a la práctica y hacer permanentes, y de promesas incumplidas.
Apunto algunos datos relativos a la composición de la población. Solo la quinta parte de los habitantes de la América española era clasificada como blanca, y los africanos y afrodescendientes eran más de la tercera parte de la población en las actuales Colombia y Argentina, y más del 60% en Venezuela y Brasil. Los pueblos autóctonos eran mayoría en unas regiones y una proporción altísima en otras, a pesar del genocidio cometido contra ellos. Eran explotados o esquilmados, y considerados seres inferiores, a pesar de algunos intentos legales metropolitanos en la última fase de la época colonial. En general, la construcción social de razas y racismo en las colonias americanas era una función del modo de producción y el sistema de dominación, pero su plasmación cultural fue profundamente abarcadora y persistente; si era un factor de gran peso en la división colonial entre los oprimidos, en las repúblicas siguió siéndolo en gran medida y ha sido un cáncer crónico hasta hoy.
La primera oleada de levantamientos en las colonias de Tierra Firme, en las últimas dos décadas del siglo XVIII, fue protagonizada por sectores de los más oprimidos, en su mayoría no blancos, y en su centro estuvieron demandas de justicia social. Aunque no conectada con ellos, la revolución haitiana fue con mucho el mayor movimiento, y el único que triunfó.
En una de las colonias más productivas del mundo, una masa enorme de esclavos se sublevó y obtuvo su libertad. Los revolucionarios de Sainte Domingue forjaron sus instrumentos y sus objetivos, vencieron a sus dueños, a la invasión británica y a un gran ejército de Napoleón, y declararon la independencia nacional. El nuevo Estado haitiano estrenó el internacionalismo en América, influyó en las ideas sociales revolucionarias de Bolívar y le dio todo el apoyo material que pudo, y fue un ejemplo práctico y un rayo de esperanza para los esclavizados de América.
En el proceso revolucionario de los quince años que van del Grito de Murillo a la batalla de Ayacucho confluyeron las protestas, las rebeldías y los motines de los humildes con los movimientos encabezados por personas y grupos de notables que se propusieron de inicio la independencia, o terminaron impulsándola. La gente de abajo tuvo que hacer a un lado las estrategias de sobrevivencia que suelen primar cuando se vive en situaciones de miseria y desvalimiento, la fragmentación y distancia extraordinaria en que se encontraban sus sectores, muchas veces compitiendo entre sí, la violencia contra ellos mismos, que es una reacción tan extendida en estos órdenes sociales, el rencor y el rechazo profundo a los de arriba que era natural en esas sociedades de castas y opresiones despiadadas, las concepciones del mundo y de la vida diferentes que muchos de ellos conservaban, aunque fuera parcialmente, y la posibilidad que tenían de pasar a zonas alejadas de los conflictos en un continente que estaba lejos de ser completamente ocupado por las estructuras de colonización.
Decenas de miles de personas humildes dieron los pasos necesarios y militaron en las filas de las revoluciones, les aportaron su sangre y sus esfuerzos, priorizaron la nueva identidad y los nuevos valores que asumieron, y adelantaron la integración de naciones y de un ideal americano a un grado que hubiera sido impensable pocos años antes.
A su vez, los caudillos y apóstoles revolucionarios los condujeron y les abrieron horizontes superiores a sus actividades y sus sueños, oportunidades de aumentar sus capacidades, su autoestima y sus lugares sociales, y de pretender libertades personales y políticas aseguradas y permanentes. Los decretos y las iniciativas de estos líderes, que abolían la esclavitud, las prestaciones serviles y los tributos, derrotaban y castigaban a los tiranos y esbirros coloniales, daban paso al mérito militar, fomentaban la igualdad en el trato y abrían oportunidades prácticas de tener ingresos y de instrucción, constituyeron gajes concretos de las revoluciones y ayudaron a instituir individuos y sociedades con expectativas muy superiores al mundo previo. El resultado de conjunto fue un formidable avance cultural a escala continental.
La libertad, las naciones y la justicia social han vivido muy dilatados y complejos procesos en nuestra América desde 1824 hasta hoy. Tenemos que lograr que nadie crea que todo sucedió como la luz del día sucede a la noche, para que la historia pueda cumplir sus funciones a favor de los pueblos. La forma republicana de gobierno fue invocada siempre y terminó predominando, pero las libertades fueron recortadas, conculcadas o no cumplidas en la práctica en innumerables ocasiones y lugares, la justicia social siguió siendo negada a las mayorías y las naciones se fueron forjando paulatinamente -tanto que algunas no se han completado todavía. Sin embargo, en nombre de estas y del nacionalismo se implantaron regímenes de dominación, se reprimieron las luchas sociales y de los grupos étnicos oprimidos y se emprendieron numerosas guerras y conflictos entre países del continente.
No puede ser propósito de estas breves comunicaciones abarcar demasiado, por lo que desisto de referirme al contenido del lapso histórico que va de 1824 a la actualidad. Pero quisiera al menos mencionar tres cuestiones, entre otras muy importantes.
1. Los que han ejercido la dominación le han negado la igualdad real y muchos derechos en sus repúblicas a amplios sectores de la población, en todo lo que consideraron necesario y todo el tiempo que han podido hacerlo, para defender y ampliar sus ganancias, mantener su poder político y social, su propiedad privada y la forma estatal nacional y su ordenamiento legal y político. Han preferido no ser clase nacional, y cuando ha sido necesario, han sido antinacionales.
2. En su desarrollo mundial, el capitalismo ha seguido imponiéndose en la región de acuerdo a las características de sus fases sucesivas, aplastando resistencias y rebeldías, cooptando y subordinando, hasta que en la actualidad su propia naturaleza ha cerrado la posibilidad de que bajo su sistema América Latina pueda satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones, desarrollar sus economías y sus sociedades, aprovechar sus recursos y organizar su vida de acuerdo con el medio natural y mantener sus soberanías nacionales.
3. Existe una gran acumulación cultural en el continente, de capacidades económicas, cultura política y social, identidades, experiencias e ideas, que es potencialmente capaz de enfrentar en mejores condiciones que otras regiones del mundo los males a los que fue sometido en las últimas décadas y la rapacidad y agresividad del imperialismo, y de emprender transformaciones profundas que le permitan hacer posible y convertir en realidad lo que le está impidiendo el sistema capitalista.
Termino estas palabras con un comentario acerca de aspectos del tema que he abordado, en la situación actual.
En América Latina ha crecido el rechazo masivo a las políticas neoliberales y la capacidad de comprender que ellas son también un instrumento ideológico de la dominación; el comportamiento cívico de millones, en las movilizaciones y las protestas, y a la hora de votar, evidencia ese avance. Algunos Estados de la región se han alejado del FMI y muy pocos se permiten invocarlo, aunque lo cierto es que muchos siguen dentro del campo de las políticas que esa institución y el Banco Mundial preconizaron e impusieron.
Vuelve a ganar terreno la conciencia que identifica el carácter internacional del sistema capitalista de dominación, ahora con la ventaja de un nivel masivo de cultura política que hace cuatro décadas no existía. Aumenta también la convicción de que contra el desastre permanente que implica el sistema para las mayorías, la resistencia y la viabilidad de los cambios imprescindibles necesitan apelar a concertaciones internacionales.
Numerosos Estados participan en coordinaciones latinoamericanas que buscan nexos que les sean beneficiosos y cierta autonomía respecto a los centros del capitalismo mundial. Al mismo tiempo, numerosos gobiernos tienen más en cuenta que los pueblos cada vez toleran menos las democracias de entreguismo, negocios sucios y miseria generalizada. Surgen también situaciones en las cuales ciertos intereses de sectores se fortalecen y encuentran vehículos políticos y consensos amplios, utilizan los mecanismos gubernativos y enfrentan urgencias de una parte de los sectores más desposeídos. Como sucede en los eventos que después serán históricos, en la época que comienza se está levantando una concurrencia de fuerzas muy diferentes, e incluso divergentes, a quienes unen necesidades, enemigos comunes y factores estratégicos que van más allá de sus identidades, sus demandas y sus proyectos.
Quizás haya hoy todavía más optimismo que logros, pero eso no es perjudicial. Después de décadas de matanzas, represiones, derrotas, engaños, indefensión y pesimismo, en las que se intentó hacer permanente la sujeción de las mentes y los sentimientos al dominio del capitalismo en la vida cotidiana y la vida ciudadana, mientras se sufría en los hechos al capitalismo más brutal y mezquino, hoy millones de personas sienten que es posible luchar otra vez por la vida y el futuro en América, y se ponen en marcha. Una internacional de voluntades está convocando al pasado, el presente y el futuro.
A mi juicio, el alcance, las victorias y la permanencia de los procesos de cambio dependerán en última instancia de la calidad y el peso de las luchas de los movimientos populares organizados, combativos y concientes.
El momento es incierto, y prefiero referirme a él mediante algunas preguntas. ¿Se levantarán en América Latina y el Caribe nacionalismos que se enfrenten al imperialismo, capaces de formar gobiernos y bloques sociales fuertes, ganar legitimidad por sus actos y encontrar fuerza en la memoria y la cultura de rebeldía, y expresarse a través de políticas, acciones e ideologías en las que participen las colectividades? ¿Serán capaces esos nacionalismos de comprender la necesidad de establecer coordinaciones internacionales antiimperialistas como requisitos para ser factibles, poder luchar, triunfar, mantenerse y avanzar?
Si eso sucede, ¿qué predominaría, los intereses de sectores minoritarios pero con influencia decisiva en la economía y las instituciones, y hegemónicos en la sociedad, o los intereses de la sociedad, a través de las movilizaciones, la concientización y las organizaciones populares que luchen por sus objetivos y se opongan al imperialismo y los sistemas de dominación? ¿O será que en la situación actual una o la otra opción solo pueden salir adelante coordinándose, o inclusive uniéndose? Pero, ¿es posible que sostengan ese tipo de relaciones, o una opción deberá gobernar a la otra?
La causa principal actual de las resistencias y las movilizaciones populares es la injusticia social, más que la cuestión nacional. Quizás la primera necesidad a resolver para avanzar hacia una integración sea unir las culturas de rebeldía, la nacional y la social, en causas que se pongan al servicio de las necesidades y los anhelos de los pueblos. Esa tarea es sumamente difícil, y exigirá a las diversas vertientes -entre otras cosas- superar historias y prejuicios que las separan y hacer análisis muy críticos de los propios proyectos, de las organizaciones, los métodos, el alcance que se da a los objetivos, los lenguajes. Habrá que aprender bien en que consiste el “rescate” de lo nacional, y qué demandas y creaciones resultan imprescindibles en materia de justicia social.
Pero serán las prácticas lo decisivo, y como le sucede a todo el que entra en política en tiempos cruciales, las cuestiones trascendentales del poder y de la organización aparecerán en toda su centralidad. Y pronto se abrirá paso una exigencia del proceso: se trata de hacer realmente una nueva política -no de decirlo-, que deberá ser no solamente opuesta sino muy diferente a la política que hacen los que dominan.
En el plano más general, opino que una política eficaz deberá tener muy en cuenta: a) la elaboración de prácticas ajenas al capitalismo; b) estrategias políticas de articulación entre los movimientos, formación de bloques revolucionarios con los poderes populares y actuaciones conscientes de las realidades, de acuerdo a lo que cada coyuntura exija; c) el análisis de las experiencias propias, y de las actividades y los objetivos de los adversarios; d) el debate y la formulación de propuestas de nuevas relaciones sociales, política, economía, gobierno y relaciones con la naturaleza.
(Intervención del historiador cubano Fernando Martínez Heredia en el Coloquio Internacional “La América Latina y el Caribe entre la independencia de las metrópolis coloniales y la integración. Publicado en La Ventana, de Casa de las América).

Discutir, de nuevo, el socialismo en Cuba

"Como resultado del trabajo de la Comisión de Política Económica del VI Congreso Partido Comunista de Cuba, se elaboró el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social” que será discutido con toda la militancia, los trabajadores y la población en general para recoger y tener en cuenta sus opiniones y posteriormente será sometido a la aprobación del VI Congreso" (http://www.cubadebate.cu/).


Vea el documento completo en 
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0B4wbG2BRRR63YzVmYjNjYTUtZjVhMy00YzYzLWE1YjYtODViNTI1ODM2YTgz&hl=en

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dilma y la política exterior brasileña

En esta entrevista Sebastião Velasco, estudioso de la política exterior brasileña, responde a las preguntas de Jose Dirceu, dirigente histórico del PT. Fue publicada en el blog www.zedirceu.com.br


entrevista do mês
Sebastião Velasco

ImageVitória de Dilma é garantia de estabilidade na América do Sul


O papel desempenhado hoje pelo Brasil no contexto mundial, sua liderança na América Latina e as inovações da política externa do governo Lula, imprimindo posição mais soberana frente aos países economicamente hegemônicos, são temas destacados pelo cientista político e professor da Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), Sebastião Carlos Velasco Cruz.


Especialista em Ciência Política, com ênfase em Economia Política e Relações Internacionais, nesta entrevista, Velasco explica porque “a vitória da presidenta Dilma Rousseff é uma garantia de estabilidade política na América do Sul”. Uma previsão feita com base nos resultados da política internacional praticada nos últimos oito anos pelo governo Lula, do qual, Dilma representa a continuidade.


Em sua análise, o professor da Unicamp  -- pesquisador do Centro de Estudos de Cultura Contemporânea e do Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia para Estudos sobre os Estados Unidos (INCT-INEU) --  avalia, ainda, as inovações da política externa brasileira, a relação do Brasil com os Estados Unidos, a importância do MERCOSUL; e alerta, sobretudo, para a necessária postura soberana conquistada pelo país frente a um contexto internacional cada vez mais multipolar.




[ Dirceu ] Velasco, qual a inovação da política internacional adotada pelo governo Lula? Em quais aspectos ela se difere, por exemplo, da postura do governo anterior?

[ Velasco ] Até a chegada do governo Lula, em linhas gerais, a política externa do governo FHC era regida pela ideia de que o Brasil, país continental, poderia almejar um papel relevante, porém, modesto no cenário internacional. Isso tinha como implicação um perfil muito baixo no relacionamento com o mundo, em especial com os Estados Unidos. Privilegiava a diplomacia comercial e adotava uma atitude muito cautelosa na defesa dos interesses do país. A crítica que a oposição e o PT faziam à essa política incidia nestes pontos.


A política externa do governo Lula mostrou sua diferença antes mesmo de o governo se constituir, já na resposta dada à crise venezuelana: Marco Aurélio Garcia (assessor especial de relações internacionais da Presidência da República) viajou ao país como emissário pessoal do presidente eleito. Houve, portanto, um apoio para dar conta daquela situação que ameaçava a Venezuela com o espectro da guerra civil. Logo depois, a atitude afirmativa da política externa do governo Lula expressou-se na posição do Brasil durante a crise que culminou na invasão do Iraque.


A novidade não foi tanto a condenação deste ato de violência. Isso o ex-presidente Fernando Collor tinha feito em 1991, quando da Guerra do Golfo. O Brasil não a apoiou, ao contrário da Argentina. O que houve de inovador no governo Lula foi a desenvoltura da diplomacia brasileira e da atuação pessoal do presidente, que participou  ativamente da frente internacional de oposição à guerra.


Como bem disse o embaixador Samuel Pinheiro Guimarães, o Brasil não tem a alternativa de ser um país normal, uma potência média como a Espanha ou a Holanda. Pelo seu tamanho, população, dotação de recursos, ou ele supera suas enormes disparidades sociais – e ao fazê-lo passa a ocupar no mundo um espaço proporcional a seu tamanho -, ou ele não supera esses entraves e se transforma em um país problemático.


[ Dirceu ] Como você avalia a relação EUA e Brasil, em especial, a questão dos tratados de livre comércio?


[ Velasco ] Historicamente, desde o século XIX, o Brasil mantém uma boa relação com os EUA. Em alguns momentos, como nos governos de Getúlio Vargas e do general Ernesto Geisel marcamos nossas diferenças. No caso do Getúlio Vargas, inclusive, como forma de encaminhar uma negociação favorável aos interesses brasileiros. A implantação da indústria brasileira, por exemplo, é resultado disso.


Na América do Sul, os EUA sempre viram o Brasil como um país de grande influência. Na realidade, o problema da relação entre os dois países não é a relação propriamente dita entre eles, mas a relação dos EUA com o mundo. Desde o final do século XIX, os EUA se voltaram para fora com um impulso muito grande, ocupando espaços e caminhando rapidamente para o exercício de uma posição hegemônica, condição que conquistam efetivamente após a II Guerra Mundial. No sistema de alianças que Washington montou nesse período, o Brasil é um país que tem um papel localizado, regional. Isso ficou muito evidente durante o golpe de 64, e no que se passou daí em diante.


O estremecimento que houve nos anos 70, com o Geisel e a política externa do seu governo – o “pragmatismo responsável” conduzido pelo chanceler Antônio Azeredo da Silveira – se deu porque o Brasil começou a se afastar do script e passou a exibir uma pauta de conduta autônoma. O episódio emblemático desta postura foi o reconhecimento da independência das colônias portuguesas na África.


O alcance desses conflitos, porém, era limitado. Apesar de ocasionalmente marcadas por problemas, nossas relações com os EUA nunca chegaram perto de um rompimento, ou de uma situação de hostilidade. Esse é o contexto no qual se dá o episódio do surgimento da Área de Livre Comércio das Américas (ALCA).


A questão ALCA
ImageA ALCA surge nos anos 1990, quando o Brasil estava realizando um movimento de enorme importância cujo resultado foi a constituição do MERCOSUL. Com ele, houve uma inflexão no relacionamento sempre delicado com a Argentina e tivemos a transformação de uma relação problema em uma aliança capaz de alavancar os dois países no plano internacional e, ao mesmo tempo, contribuir para a consolidação da transição democrática que estava em curso em ambos. Esse processo, como se sabe, foi muito mais complicado na Argentina do que no Brasil.


Então, quase que simultaneamente o primeiro Bush, presidente George Bush (pai), lançou a iniciativa, a ALCA, para as Américas: a proposta de se criar no hemisfério uma grande área de livre comércio que iria do Alaska à Patagônia. A diplomacia brasileira percebeu claramente essa iniciativa como uma ameaça ao seu modesto – ainda que importante – projeto de integração no Cone Sul.


Em 1994, essa ideia se converteu num acordo formal, assinado por todos os presidentes que participaram da reunião de cúpula em Miami. Desde então, o governo brasileiro passou a negociar a ALCA, ainda que com muitas reservas. Este processo termina em 2005, com a evidência de que ele não era viável e - naquilo que poderia ser - não interessava mais a nenhuma das partes. Então, a ALCA é uma carta que saiu do baralho.


[ Dirceu ] A ALCA começou no governo FHC e terminou no governo Lula. Quais as diferenças quanto a condução da questão nos dois governos?


[ Velasco ] Durante esse longo processo de negociações, há uma nítida diferença de comportamento entre o governo Fernando Henrique Cardoso e o governo Lula. A diplomacia brasileira nunca ficou encantada com a ideia da ALCA, mas nunca imaginou a possibilidade de dizer não à proposta. No governo Lula, a questão da ALCA já se apresentou de uma forma completamente diferente. Ela tinha sido tema da campanha eleitoral e houve mobilizações importantes da sociedade brasileira, com abaixo assinados contra a sua instituição.


Por outro lado, a América Latina havia se transformado enormemente. Já tínhamos Hugo Chávez na Venezuela, a crise argentina,  enfim, as condições para a realização do que os EUA intentavam com o projeto da ALCA, em meados da década (2005), já não estavam mais presentes.


Brasil e Argentina: da rivalidade à aliança


[ Dirceu ] Qual a importância do MERCOSUL para o Brasil e para o continente?


[ Velasco ] O MERCOSUL é uma iniciativa de enorme importância, não apenas pelo seu significado econômico, mas pela  mudança no relacionamento político entre o Brasil e a Argentina que se cristaliza no bloco. A necessidade imperiosa desta mudança já se fazia sentir ao longo dos anos 70.


Nessa época, o renomado cientista político Hélio Jaguaribe escreveu um trabalho sobre a inserção do Brasil no mundo, em que dizia exatamente que a condição para o nosso país ampliar seu grau de liberdade no relacionamento com os EUA era a transformação da rivalidade histórica com a Argentina em uma aliança sólida.


A importância do MERCOSUL, então, é enorme. A América do Sul hoje é completamente diferente do que era no passado. Os planos, os cenários de guerra com que as Forças Armadas de um lado e do outro trabalhavam não existem mais. No plano comercial e econômico, a Argentina é um dos principais parceiros do nosso país.


O MERCOSUL viveu um problema muito grande, que tem relação direta com as crises financeiras no final da década de 90  - a desvalorização do Real (1998), sobretudo, e mais adiante a crise dramática do peso argentino. Essas crises levaram os governos a tomar uma série de medidas defensivas. Mas o MERCOSUL continuou vivo e é o elemento decisivo, a mola propulsora, a plataforma de lançamento de um projeto maior que é a integração sul-americana.


O contrapeso da China


[ Dirceu ] Em relação a Ásia e a China, como você vê essa região e esse país hoje no mundo e o envolvimento deles com os EUA?


[ Velasco ] A China é a grande novidade da virada do século. É um país que se constrói como um contrapeso à potência ou potências hegemônicas. Terminada a Guerra Fria, os EUA detiveram não só uma posição de supremacia inconteste no sistema financeiro e uma base industrial muito forte, mas também uma predominância militar indiscutível.


Essa situação deu margem a um enorme debate, logo no inicio dos anos 90, após a Guerra do Iraque. Tratava-se de saber se essa situação era circunstancial ou se era uma estrutura permanente, se caminharíamos para um processo de desconcentração do poder mundial. Isso que era objeto de especulação nos anos 90, no final da primeira década do século XXI, parece uma questão superada.


Os EUA continuam sendo o país predominante, mas o sistema caminha para uma configuração multipolar e o pólo que cada vez mais ascende como o contrapeso é a China. De saída, pelo seu dinamismo econômico fora do comum, nunca visto. Nós vivemos algo parecido no Brasil, mas a China é um país muito maior, com uma população de mais de um bilhão de habitantes. Os números absolutos são incomparáveis.


Há alguns anos, li em um estudo do embaixador Amaury Porto de Oliveira, grande conhecedor da China, que o número de trabalhadores sazonais – que saem do campo e circulam pelo país em busca de trabalho – era de cerca de 80 milhões. Uma coisa impressionante. É como se fosse um México todo. Então, os números absolutos são outros.


O Brasil cresceu muito, a taxas comparáveis (à China), em certo período. Mas a China vem mantendo taxas de crescimento “milagrosas” há décadas. Isso envolve transformações estruturais muito grandes. A China integra a economia asiática, é o principal parceiro da Índia, Coréia, mesmo do Japão etc. Mas não é só isso, tem uma face financeira deste crescimento – fundos soberanos, aplicação em papéis americanos, investimentos em ativos reais, etc. Então, entre os dois países, EUA e China, existe uma relação de complementaridade e de tensão neste campo.


Agora, a China tem uma enorme dependência enérgica e investe pesadamente no mundo todo - na África e na América Latina - em busca do que é necessário para a alimentação deste sistema econômico tão dinâmico. O problema do relacionamento da China com os EUA e a Europa é que ela não faz parte do sistema de segurança montado pelos EUA.


O Japão também cresceu de forma extraordinária em passado não muito distante. Só que o Japão não apenas fazia parte do sistema de alianças dos EUA, como mantinha tropas americanas em seu território. Então, o dinamismo econômico do Japão não tinha o mesmo impacto, nem o significado geopolítico da expansão chinesa.


Como a China não está na órbita política dos EUA, o Estado chinês não pode apostar no mercado para regular o abastecimento dos recursos essenciais a seu sistema econômico. Porque os circuitos desse mercado são protegidos pela força militar da potência hegemônica, e nada garante que essa força não venha a se voltar contra a China em dado momento. Então, o tratamento da questão energética pela China não é e não pode ser estritamente econômico. As considerações de segurança se fazem presentes nas relações comerciais e nos investimentos. Os chineses tratam de estabelecer relações políticas com seus parceiros, e, mais recentemente, preparam-se para garantir militarmente as rotas marítimas vitais para a sua economia.

Forças progressivas na AL


[ Dirceu ] Depois de duas décadas de vitórias eleitorais, de avanços que se expressaram nas rebeliões e refundações com Constituinte da Venezuela, Equador, Bolívia; de avanços políticos e institucionais na Argentina, Brasil, Uruguai e Paraguai, nós tivemos o golpe de Honduras, a eleição de Juan Manuel Santos (Colômbia) e de Sebastián Piñera (Chile). Como você vê essa realidade combinando isso com a política agressiva norte-americana? Como vê as vitórias e o período de mudanças progressistas e essa nova correlação de forças que vai se estabelecendo?


[ Velasco ] Eu chamaria atenção, em primeiro lugar, para o caráter contraditório do desenvolvimento. Houve a vitória da direita no Chile depois de 20 anos do governo da Concertación. Mas ela era uma esquerda muito comportada e distanciada das experiências que você citou e que marcaram esta década na América Latina. Além disso, o Piñera fez um movimento de tomada de distância daquilo que foi o elemento definidor das políticas de direita (ditadura Pinochet, principalmente), ao reivindicar o voto da população chilena, que em sua grande maioria apoiava a presidenta Bachellet.


Tenho a impressão de que no Chile houve de um lado, uma condução prudente da oposição de direita e, de outro, um desarranjo na Concertación que impediu que uma presidenta com grande popularidade se envolvesse na campanha eleitoral. Ela se manteve à margem e só no final do 2º turno se manifestou.


A Bolívia viveu uma crise que quase levou o país a uma guerra civil, no final de 2008. Ela foi contornada com a ajuda muito importante de um mecanismo diplomático criado pela diplomacia brasileira: a União das Nações da América do Sul (UNASUL). Na sequência, o presidente Evo Morales vence plebiscitos e depois se reelege com grande maioria.


Então, temos situações muito diversas. Mesmo a Colômbia é uma interrogação, porque o (presidente Joaquim Manuel) Santos não é exatamente o (ex-presidente Álvaro)Uribe. Vamos ver como as coisas evoluem. A decisão da Suprema Corte colombiana em relação às bases militares dos EUA no país foi muito importante.


A impressão que tenho é que a América do Sul está em movimento e eu não vejo com pessimismo o que acontece. As preocupações maiores da diplomacia americana não estão voltadas para este subcontinente. Os EUA têm problemas muito graves para tratar no Oriente Médio, no Afeganistão, sem falar dos seus problemas internos. Mas essa dinâmica – integração econômica e intensificação das comunicações políticas na América do Sul – desperta alguma inquietação.


O papel militar na política externa


[ Dirceu ] Como você vê a relação entre poder militar no Brasil e a política externa?


[ Velasco ] Houve uma transformação muito grande do papel militar na política brasileira. Desde a Proclamação da República, os militares foram elementos decisivos na condução dos assuntos internos. Exerceram esse papel, aqui e em outros lugares, tomando posição em relação aos acontecimentos da política nacional, estabelecendo projetos e eventualmente dando golpes.


Após a transição, sobretudo depois da Constituinte, essa dimensão da relação militar e civil foi contida. Nós passamos por crises importantes no país e pela primeira vez os militares não estiveram presentes como um fator relevante.


A minha percepção – embora não possa afirmar, pois não faço pesquisa sobre o tema – é que os militares perceberam claramente que estamos no caminho do fortalecimento do Estado nacional, que tem como premissa a promoção social e a retomada do crescimento. Esta tarefa o governo vem realizando muito bem nesses últimos 8 anos. Isso é algo que casa com suas expectativas.


[ Dirceu ] Qual sua avaliação sobre a posição brasileira em relação ao Irã? O que você diria da sentença de apedrejamento aplicada contra Sakineh?


[ Velasco ] O que há no Irã e também no Afeganistão é uma interpretação distorcida da lei islâmica que para alguns tem essa implicação incompatível com qualquer noção minimamente aceitável de convivência humana no mundo moderno. A atitude do governo brasileiro foi de se manifestar contra o ato de apedrejamento. A opinião pública brasileira e de quase todo o mundo repudia essa violência.


O que é importante dizer a este respeito é que não é no Irã apenas que há violações e restrições à liberdade em geral, ocorre a discriminação contra a mulher. Basta pensar na Arábia Saudita. Há claramente, neste caso, o fato deplorável que é a utilização do escândalo como peça de uma campanha que é muito anterior a ele, contra o Irã.


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[ Dirceu ] Como você vê a posição dos EUA contrária à pesquisa nuclear do Irã para fins pacíficos? Por que eles dizem exatamente que não é com esses fins que o país desenvolve essa política?


[ Velasco ] A questão nuclear é muito simples: formou-se desde 1968 um cartel, com o tratado de não proliferação nuclear, um projeto de congelamento do poder mundial, como dizia o Embaixador Araujo Castro. Embora nunca tenha tido a pretensão de desenvolver armamento nuclear, o Brasil sempre o denunciou como desigual e inaceitável.


Agora, esse tratado de não proliferação nuclear envolvia, até mesmo para que fosse aceito, algumas cláusulas. Entre elas, estava o compromisso dos países industrializados de se desarmarem e de transferirem ou facilitarem a difusão do conhecimento da tecnologia nuclear para fins pacíficos ao conjunto dos signatários.


Na prática, isso não aconteceu. O Brasil, desde 1977, teve problemas com os EUA porque o propósito de construir usinas nucleares através de acordos com a Alemanha esbarrava no veto americano. É exatamente este veto, agora, que cai sobre o Irã.


Naquela região extremamente crítica, tensa e nuclearizada – Israel é um país dotado de cerca de 200 ogivas nucleares, se não me engano - os EUA procuram bloquear o programa nuclear pacífico do Irã, alegando que não é pacífico e que não foi provado que era pacífico. O problema de fundo é que, dominado o ciclo do enriquecimento do urânio, a transição do uso pacífico ao militar da energia nuclear é muito fácil. É esta possibilidade que afeta o equilíbrio estratégico na região.


O Brasil, como a Turquia – que negociou um acordo com o Irã, rejeitado pelos EUA - preocupa-se com a escalada, que tem como estágio final o emprego da força, seja por iniciativa de Israel, seja dos EUA. Esta é uma hipótese que as autoridades americanas sempre fizeram questão de afirmar que estava na mesa. No primeiro semestre deste ano, o Brasil e a Turquia fizeram um movimento muito bem sucedido, quando todos achavam que era inviável: a aceitação por parte do governo iraniano de um entendimento que reproduzia quase literalmente os termos da negociação proposta pelos EUA.


Este fato gerou inclusive a carta do presidente dos Estados Unidos, Barack Obama ao presidente Lula. O problema é que a posição brasileira na negociação com o Irã foi muito bem sucedida. A resposta grosseira e brutal do Departamento de Estado americano deve ser interpretada como uma mensagem ao Brasil e à Turquia: “nós não aceitamos este papel que vocês pretendem desempenhar na solução da crise.”
Comunicação: alimento da vida democrática


[ Dirceu ] Queria que você falasse sobre a mídia latinoamericana e sua associação com os golpes de Estado no continente. Grande parte dela cresceu sob a influência e apoio norte-americanos, de corporações daquele país ou até mesmo da CIA, à sombra das oligarquias nacionais ou durante as ditaduras militares. Hoje, a imprensa brasileira, na sua imensa maioria, faz um papel de partido político. E agora, temos essa discussão a respeito da regulação. Como você vê e analisa tudo isso?


[ Velasco ] É uma coisa muito grave. A comunicação é o alimento que mantém a vida democrática. Por isso a censura é a primeira medida das ditaduras. Agora, a censura não é estabelecida apenas pelos regimes ditatoriais. Se você controla os órgãos de imprensa, controla também as informações que circulam na sociedade. Tradicionalmente esse risco era minimizado pela possibilidade de vozes muito diferentes e pela desconcentração do mercado jornalístico. No século XIX os jornais eram contados às centenas.


O problema é que o processo de concentração e centralização se desenvolveu neste espaço também. E agora com as novas tecnologias, mais ainda. Nós não temos apenas grupos com presença predominante na imprensa escrita, mas na TV aberta ou fechada também. No Brasil - e isso vale para outros países -  existem hoje 3 ou 4 grupos que controlam os grandes veículos de comunicação. Grupos familiares. Basta pensar na Globo, no Estado de São Paulo, na Folha, na Veja e estamos conversados. Existem diferenças entre esses veículos, mas a convergência é muito forte. Quando eles assumem uma pauta de partido político, e pior, quando agem como partidos sectários, eles distorcem de forma muito nociva, desfiguram o processo democrático.


No Brasil, esse problema é um pouco menor porque temos uma legislação que garante espaço na imprensa e na TV, pelo menos nos períodos eleitorais. Seja como for, esse é um tema crucial na agenda política no Brasil e um enorme desafio para a teoria e a prática democráticas.


Significado da vitória de Dilma Rousseff


[ Dirceu ] O que significa a vitória da Dilma Rousseff e a continuidade da política internacional do governo Lula daqui para frente?


Image[ Velasco ] A melhor forma de responder a esta pergunta é olhar os posicionamentos da oposição sobre os temas da política externa. Os dois partidos (oposicionistas) mais importantes nesse campo, o PSDB e o PFL/DEM, não dão muita prioridade à política internacional, mas os pronunciamentos de seus dirigentes (e dos diplomatas aposentados que circulam em seu meio) são eloqüentes: eles queriam a ALCA, mesmo que em troca de concessões mínimas por parte dos EUA; foram contra a diversificação dos laços comerciais e políticos com os países do Sul, o “Terceiro Mundismo”, na forma depreciativa que usavam para qualificar a diplomacia do governo Lula; e condenaram ruidosamente a disposição brasileira de negociar uma solução aceitável com a Bolívia, em 2006 (na questão do gás).


Eles chamaram repetidamente  o governo de fraco por não rejeitar liminarmente os pleitos de países vizinhos – a Argentina e o Paraguai, em particular. Eles votaram contra o ingresso da Venezuela no Mercosul, e fizeram coro com a direita norte-americana no trato que o Brasil deu à crise (golpe militar de julho deste ano) de Honduras.


Tendo em vista esse currículo - bem como as declarações, durante a campanha, de José Serra -  o mínimo que se pode dizer é que a vitória de Dilma em 31 de outubro é uma garantia de estabilidade política na América do Sul.


O Brasil, no governo Lula, exerceu um papel de liderança no processo de integração e de aprofundamento da democracia na região. O êxito da oposição aqui fortaleceria a direita em todo o continente, e abriria o caminho para novos ensaios golpistas como os que vimos ainda há pouco no Equador. A vitória de Dilma encerra a promessa de avanços significativos em ambas as direções. Mas seu significado pleno só fica evidente quando levamos em conta o enorme retrocesso que ela evitou.


E não é só isso. Essa oposição, muito enfática na denúncia, não fez o dever de casa e nunca desenvolveu uma concepção estratégica sobre o papel do Brasil no mundo.


Ora, contrariando as expectativas ingênuas criadas pelo fim da Guerra Fria nos bem pensantes, o mundo no século XXI tornou-se um lugar interessante, mas perigoso. Crises financeiras, violência terrorismo, guerra... são faces distintas do perigo que nos cerca. Em 2008, a crise financeira global levou os níveis de incerteza a um patamar bem mais elevado. Em meio às turbulências de um mundo assim, a clareza de objetivos, a noção precisa do rumo a seguir, e a coragem para avançar são bens inestimáveis. Na preservação desse patrimônio está o significado maior da vitória de Dilma para o Brasil e sua política externa.